Hace siete años que empecé a utilizar los servicios de Google para mi correo electrónico, el personal y el de empresa. Lo hice por dos razones fundamentales: poder gestionar el correo desde la web y por la eficacia de sus filtros antispam. Pensé que la inteligencia compartida que ofrecía Gmail para identificar el correo basura funcionaría mucho mejor que mis filtros caseros y además no tendría que perder el tiempo... y así fué. Todo un éxito.
Cada vez que un usuario de Gmail califica un correo como "spam" está ayudando a mejorar esa inteligencia de los algoritmos de filtrado y a su vez penaliza al emisor del mensaje.
Eso funciona así desde hace años y me gusta colaborar con ello. Cada vez que se me cuela un mensaje de correo indeseable (alguno siempre logra saltarse los filtros) lo etiqueto como spam. Tardo sólo un segundo en hacerlo y puedo confesar que siento cierto placer al hacerlo. Sé que ése pobre diablo que envió el mensaje no es culpable, seguramente fue engañado por algún listillo que le vendió una "base de datos de 700.000 direcciones de correo electrónico de empresas que están esperando recibir su publicidad"
Lo que no sabe es que su empresa quedará etiquetada para siempre como emisor de basura, como spammer, lo que es casi como ser un terrorista del ciberespacio. No sólo será así en Google, también en decenas de bases de datos que le añadirán a una lista negra de la que ya le resultará casi imposible salir. Y no será porque yo le haya etiquetado como spammer, sino porque también lo habrán hecho simultáneamente otras muchas personas destinatarias de su mensaje basura. A partir de ese momento sus correos, prácticamente todos los que envíe, acabarán en un agujero negro de internet o directamente en la carpeta de los ignorados. La próxima vez que envíen un correo, esta vez importante, su destinatario jamás sabrá que esa empresa, ignorante de su suerte, le ha enviado una factura o un presupuesto.
¿Cuál es la forma más rápida de hundir su marca y boicotear a su propia empresa en internet? Pues muy sencillo: envíe publicidad a una de esas bases de datos. ¿Quiere hacer las cosas bién? Pués aún más sencillo: consulte con una agencia especializada en email marketing y le dirán cómo hacerlo sin necesidad de pegarse un tiro en el pié.